Como el propio término indica, los trastornos del control de impulsos, generalmente se caracterizan por la incapacidad del sujeto para resistir un impulso o una tentación irresistible. Este empuje hace de la realización de una acción peligrosa para ellos mismos y/o para los demás y es precedida por una sensación de aumento de la tensión y emoción, seguida por placer, gratificación, y alivio. A veces actuar por impulso lleva aparejada un sentimiento de remordimiento, culpa personal o culpabilidad.
Dentro del grupo de trastornos de este tipo están:
Los juegos de azar: caracterizado por un comportamiento de juego desadaptativo, persistente y recurrente).
La piromanía: marcado por el hábito de obtener placer al hacer fuego.
La cleptomanía: caracterizada por la incapacidad recurrente para resistir el impulso de robar objetos que no tienen beneficio personal o valor comercial.
El trastorno explosivo intermitente: consiste en episodios ocasionales de incapacidad de resistirse a ciertas situación, lleva implícito impulsos agresivos que causan grave asalto o destrucción de bienes.
Aunque no se incluyen en el manual de diagnóstico de trastornos mentales, actualmente se tiende a incluir entre los trastornos del control de impulsos también el trastorno compulsivo de compra, la adicción a Internet y la dependencia sexual, que en virtud de ciertas características comunes a esta clase de trastornos: tensión que precede a la ejecución de la conducta, búsqueda de la satisfacción inmediata e incapacidad para tolerar la frustración resultante de evitar este tipo de comportamiento.
Los trastornos del control de impulsos pueden beneficiarse de terapias con medicamentos a base de antidepresivos o estabilizadores del estado de ánimo, los cuales fomentan el control de la impulsividad.