Aunque la ilusión por tener un nuevo compañero de aventuras siempre está ahí, es indudable que la actitud a la hora de afrontar una cita es diferente cuando somos adolescentes quinceañeras que si somos adultas insertadas en el mercado laboral. En este artículo queremos compartiros las principales diferencias al momento de enfrentar una relación en estos dos periodos de la vida.

En primer lugar, la adolescencia es una época de experimentar, tanto en las relaciones como en las aficiones. Esto significa que una persona de quince años es más amoldable a los gustos de los demás (e influenciable) que una de veinticinco, que tiende a tenerlos bien definidos. Esto tiene que ver con la búsqueda de la propia identidad y, por lo tanto, a la edad adulta ya sabréis con rapidez cuándo el hombre con el que habéis quedado no es afín.

El primer beso o contacto íntimo puede ser un tanto frustrante, pero, al fin y al cabo, es durante la adolescencia que eso se aprende y no hay por qué tenerlo muy en cuenta. Ahora bien, cuando ya somos adultos, tendemos a valorar que la persona con la que vamos a cenar o tomar un café sea un buen amante si queremos ir a más.

Cuando tenemos quince años, el círculo de amigas suele ser lo más importante, y nos preocupa lo que piensen de nuestro ligue o rollo, el temido qué dirán. Si ya habéis cumplido los veinticinco años, seleccionáis con más cuidado con quién queréis compartir confidencias y, por regla general, no buscáis tanto su aceptación -porque presuponéis que la vais a tener-.

En la adolescencia, no podéis beber alcohol porque está prohibido, ni fumar. A los veinticinco años, nadie os va a decir que no podeis tomar una cerveza o un cubata, por lo que no necesitaréis montar guateques clandestinos.

A los quince años, cuando discutís con vuestra pareja es toda una tragedia, lloráis y pensáis que se acaba el mundo. A los veinticinco ya tenéis callo, y sabéis que una discusión, en principio, no tiene por qué suponer el fin de la relación. En todo caso, tener más experiencia en la vida ayuda a delimitar qué es lo que queremos y lo que no.

Cuando tenéis quince años, vuestro grupo de relaciones es el que hay y os da corte salir con alguien de fuera. A los veinticinco, os va a dar exactamente lo mismo, porque, a fin de cuentas, la vida os la vais a tener que ganar vosotras, digan lo que digan alrededor, por lo que no os va a preocupar esa cuestión.

Que tu novio guste a tus padres es todo un problema a los quince años porque lo usual es que viváis en su casa y tienen la capacidad de deciros a qué hora tenéis que volver. A los veinticinco, y salvo contadas excepciones, sois independientes, generáis ingresos propios y, aunque viváis con ellos, no os van a decir que a las once tenéis que estar de vuelta. Eso sí, en la medida de lo posible, intentad entender sus razones, aunque no las compartáis.